Cuando leí que el tema de este concurso era sobre la Eucaristía, lo primero
que se me vino a la mente fue la Imagen del Rostro de Cristo.

Sinceramente no pensé en su Rostro lindo, limpio, alegre, agradable a la
vista; por el contrario sentí en mi corazón su Faz tomada de la Pasión, aquella
ensangrentada, golpeada, abatida, clamando miradas de amor.
Siento que, en este tiempo, Jesús quiere que volvamos nuestras miradas hacia su
Rostro desfigurado, que lo adoremos en ese Semblante Eucaristía, que lo
contemplemos y consolemos con ardor.

Tanto nos conoce el Señor que nos regaló muchísimos Milagros Eucarísticos
a lo largo de estos años para que creamos en su Presencia Viva en la Eucaristía
porque somos humanos y necesitamos entonces signos para creer.

Desgraciadamente no somos conscientes del verdadero significado de esa
Hostia que el sacerdote toma en sus manos mientras recita las Palabras que Jesús
dijera a sus discípulos al tomar el pan y el vino, revelándose, en ese momento de la
Consagración como el mismísimo Jesús que se entrega en Cuerpo y Sangre, se
entrega por amor.

En mi obra quise mostrar todo el dolor, el sufrimiento y la aflicción que vivió
el Señor por la Redención del género humano, por su Salvación.

Expresar que su Faz lastimada clama desde esa Hostia nuestras miradas
hacia Él, porque solamente en Él encontraremos Alivio, Paz, Medicina en Quien
sanar. Mostrar el verdadero significado de ese pedazo de pan: su Presencia Real.