Me inspiré en las revelaciones que tuvo Santa Margarita de Alacoque, discípula del Sagrado Corazón. Su vida me despertó las ganas de representar en esta obra las dos naturalezas de Jesucristo, humano y divino. Lo humano se ve plasmado en el corazón, nos ha amado a todos con un corazón igual al nuestro; la sangre, a Jesús en la cruz se le clavó una lanza de la cual brotó agua y sangre, de donde nace la salvación y así la vida nueva; la cruz, desde que se encarnó en Maria el Sagrado Corazón, quedó plantado en Él la cruz, quedando lleno de dolor que a causa de su humanidad iba a sufrir durante su vida; la corona de espinas, se observa un corazón que ama y que a su vez está herido, porque le afectan nuestras ingratitudes. En cuanto a lo divino, El es la Segunda persona de la Santísima Trinidad, se puede observar la luz gloriosa que brota del Sagrado Corazón, el fuego que arde constantemente y cuyo ardor no se extinguirá, Jesús se muestra amante apasionado y, mostrándose mendigo, nos tiende su mano para solicitar nuestro amor. La Eucaristía, el mayor acto de Amor que jamás existió, mismo Jesús se le aparecía a Margarita cuando ella estaba frente al Santísimo Sacramento, es decir en la Eucaristía vive Jesús, al ver la Eucaristía vemos al Sagrado Corazón, está ahí mismo. El fondo representa el mar tormentoso y como el corazón triunfante trae calma, “¿Por qué tenéis miedo,? ¿Aún no tenéis fe?” (San Marcos 4, 35-41). El Señor siempre está a nuestro lado, el Sagrado Corazón vive con nosotros. Palabras de Jesús a Sor Faustina Kowalska “Las gracias de mi misericordia se toman con un solo recipiente y éste es la confianza. Cuanto más confíe un alma, tanto más recibirá”.